martes, 30 de junio de 2009

Caracol col col

Una costumbre muy española es la de comer caracoles cuando se acerca el veranito. No los he probado, así que no soy una fuente muy fiable para hablar de sus virtudes gastronómicas pero me parece un final de lo más corta rollos para un minibicho tan zen.

Muerte por cocimiento y absorción. Cuando las cosas estan mal hechas, estan mal hechas...porque si lo hicieran al revés, primero la absorción, quizás encontrarían algun tipo de placer orgásmico ...que los dejase cocidos.

También dije un día "de este sushi no comeré" y ahora soy una enganchada, nunca se sabe. A veces negarse al placer resulta más difícil que lanzarse a disfrutarlo.

No dejan de ser babosas. No pueden tener mucha sustancia q digamos. Esta claro que el caldo especiado en el que los cuecen debe tener un intenso sabor para que no sea sólo babosa lo que comes, pero estoy convencida de que si lo que rellenase la casita-cáscara fuese un trozo de gelatina lo sorberían con las mismas ganas y sin notar la ausencia de huesped.

Toda esta prosa innecesaria, acerca de mis colegas moluscos de jardín, viene en pro de reivindicar un reconocimiento social a este estilo de vida. No parecen querer más de lo que pueden llevar consigo. Siempre miran al sol de un bonito día, yo diría que con una sonrisa. Sin prisas, sin comparaciones. Aprendiendo de cada obstáculo. Esta claro que no todo es envidiable ja,ja...el hermafroditismo no entra dentro de mis anhelos. Aunque sí esa duplicidad a la que se prestan, amar sin expectativas. Simplemente sentir todo lo que se te ofrezca.

Puede ser que me sensibilice con la causa por llevar las últimas semanas trabajando fuera de mi lugar habitual, unos cuanto años de casa acuestas lejos de mi ciudad y demasiados meses pensando en girar el timón hacia las sístoles y diástoles que emite mi corazón.

En una concha de caracol me caben mis sueños, los tuyos y la sonrisa que esperas al despertar.